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Un Nuevo Tratado de Amor

Muchas veces decimos “amar” a alguien o algo, pero ¿cuántas veces nos hemos detenido a pensar lo que en realidad con lleva “amar”? “Amar” no es sólo un verbo que reposa en las acciones de protección ni que versa en la atención y en la búsqueda de la felicidad del otro, ni yace exclusivamente en los laureles de querer mejorar para y por el otro. “Amar” o “amor”, no debería ser únicamente entendido ni definido por lo que es o por lo que hace, sino también por aquello no es y las cosas que no hace, y es que quizás si nos adentramos un poco más en este terreno e indagamos con más valentía y perspicacia, podremos encontrar una definición más fidedigna, profunda y sincera de lo que es el “amor” o de lo que es “amar”.

El “amar” es darle poder al otro; despojarte de las prendas que visten tu alma y quitarte las vendas que cubren las heridas, pero no para que el otro cargue con el peso de un pasado, sino para que el otro sepa donde fue que te lastimaron y que probablemente aún te sigue doliendo el simple recuerdo, pero ya no de la herida en sí, sino de quien las hizo, ya que desafortunadamente, las heridas más profundas y dolorosas nunca vendrán de parte de quien nos cae mal o de quien no es de nuestro agrado, ni muchos vendrán de las manos de quien no conocemos, sino, siempre o casi siempre vienen de quien en algún momento llegamos a apreciar, o incluso a amar.

Pero es en el anhelo de volver a sentir que nuestro corazón nos da el coraje necesario para atrevernos a depositar nuestra confianza nuevamente en alguien por quien sentimos, o estamos empezando a sentir aprecio o cariño, con la esperanza de que no se dibuje ninguna raya más al tigre, con la ilusión deseosa de convertirse en seguridad, y con los abrazos guardados ansiosos por encontrar un nuevo hogar en los brazos del otro y un nuevo abrigo en el corazón de aquella persona.

Y es que en el amor no podemos soslayar que se encuentra el poder de lastimar al otro, pero que es por ese mismo amor que decidimos no hacerlo, es por ese mismo amor que no hacemos aquellas cosas que en algún momento le borraron la sonrisa ya no únicamente del rostro a la otra persona, sino también, de su corazón y su alma. El amor se vive diariamente y se decide amar todos los días tanto por nuestras acciones, como por nuestras omisiones.

Simplemente basta con echar un vistazo a las cualidades gramaticales de la palabra “amor”. Es tan grande todo lo que es y más grande por parte de lo que no es, que no le es suficiente con ser un verbo, pues necesita armarse las características de los adjetivos, y en ocasiones, vestirse de adverbio para poder expresarse en completa totalidad, como si tratase de una sustancia invisible que intenta escapar de la prisión lingüística a la que fue condenada por nuestro afán de racionalizar todo.

Y para ninguno resulta sencillo tal consigna. Abrirse, desnudarse el alma significa dejar ir una parte de ti para unirse al otro, porque seamos honestos, nadie es un ser completo tal cual. Y es aquí en este preciso lugar donde inexorablemente me encuentro con un conflicto del cual me resulta cada vez más complicado evitar o simplemente ignorar; y es que cuantas veces no hemos escuchado “Te tienes que amar a ti primero para poder amar al otro”, pero carajo, ¿cómo ha de ser eso posible, si no conocemos lo que es el amor, si ignoramos como se siente el amor, si desconocemos sus formas y su esencia?

¿Cómo alguien que toda su vida ha intentado hacer bien las cosas, ha tratado de hacer todo lo humanamente posible por ser amado, o mínimamente apreciado, y que a pesar de todo ello, termina con el corazón roto y vapuleado, con más heridas que al inicio de la aventura, y con más dudas que certezas sobre quién es y lo que cree, como es que esa persona puede sentir amor por sí mismo si el único mensaje que recibió fue “no eres suficiente” o algún discurso similar?

¿Cómo aquel chico o chica que se despojó de su corazón para dárselo a otra persona puede reconstruirse si ya no sabe si lo que hace, siente, cree, piensa o no hace es correcto o incorrecto? ¿Por arte de magia comienza la reconstrucción del castillo cuando nunca sintió la llegada de mensajes o señales de aprecio?

O sea, imaginen, pasar una vida entera intentando construir una autoimagen, de aquí en lo que la encuentras o con suerte terminas de construir, ya estás con un pie en tu tumba y con el otro allá con San Pedro. El amor, también perderse en el otro y encontrarse junto con el otro en el compromiso de la creación de metas, sueños, anhelos, deseos que le otorguen sentido a la vida, tanto sentido que cuando el amor alcance su máxima y más pura expresión, la presencia física del otro no sea imprescindible, pues se alcanzó tal grado de amor que, ya no necesitas de la representación corpórea del otro para saber que le amas.

Y es aquí en este punto donde, me quito el sombrero ante aquellos que, deciden amar a la distancia, porqué no habrá nada más duro en la vida que amar a la distancia, pero ya no solamente estoy hablando de cuando la persona a la que ama vive a cientos o miles de kilómetros, sino, de cuando el ser amado yace fuera de esta realidad y ha trascendido, pues es ahí donde el ejercicio diario de decidir amar, se convierte en lo más complicado, pues es aceptar que por el momento ambas almas no pueden caminar juntas de la mano, pero que saben que tarde o temprano, en algún punto del cosmos se volverán a unir, pero esta vez, será para siempre.

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