Mientras tú me sigas recordando, yo seguiré viviendo…

¿Recuerdas cómo nos conocimos? ¿Aún vive en tu memoria el día en que nuestros caminos guiados por Dios se cruzaron? ¿Está aún presente en tu corazón, el primer “Hola” que nos dijimos? ¿Aún escuchas las canciones que te compartí? ¿Aún hacen eco las historias que te conté, los sueños que te narré, los miedos que te confíe, las metas que prometí cumplir? Porqué mientras mi nombre aún siga existiendo en tu corazón y en tu memoria, no habrá que nada que pueda matarme, porqué mientras aún me sigas recordando, yo seguiré con vida.

¿Recuerdas nuestras platicas que no conocían fin? ¿Aún siguen en tu corazón cada risa que dibujábamos en nuestros rostros? ¿Recuerdas cuando los días eran nublados, pero con tan sólo ver tu nombre en mis notificaciones, eras capaz de iluminar, no solamente mi día, sino mi semana entera, recuerdas las veces que te dije “gracias por estar aquí”?

Porqué yo sí. Podrán pasar meses, podrá llegar el verano y con ello nuevos amaneceres por contemplar, podrán desfilar nuevas lunas de otoño, podrán las gotas del cielo correr por mi ventana, y te seguiré recordando, porqué mientras yo te siga recordando, mi corazón seguirá latiendo, porqué tú fuiste aquella persona que me alumbro en las noches donde la soledad azotaba con descomunal fuerza. Porqué fuiste tú quien me abrigó y me cuido en aquellas noches donde sentía tropezar mi respiración, fuiste el oxigeno en aquellas noches de apnea donde no encontraba consuelo ni confort.

¿Recuerdas el día que te compartí esa canción que tanto te gustó? Esa canción querida mía, si no lo recuerdas, permíteme ayudarte; Lasso “Hasta ese día”. Hay algo que nunca te dije, y quizás era el miedo al rechazo lo que inhibía a mi corazón de cualquier intento de expresarte abiertamente, sin limitaciones, sin tapujos y sin tabúes; pero con el compás de cada ritmo, y con el desfilar de cada verso, sólo un nombre venía a mi corazón, sólo un rostro se dibujaba en mí alma, tu nombre y tu rostro.

Aquellas conversaciones que se extendía por días y días compartiendo cada detalle de nosotros, riéndonos, apoyándonos y dándonos ánimos cuando la vida se tornaba dura y sin frenos.

¿Recuerdas la última vez que nos vimos? ¿Recuerdas lo último que te dije aquel día? Nervioso estaba yo, el miedo inundaba mi corazón. Ya no era miedo a decirte lo que sentía ni lo que en mi corazón había. Era algo más profundo, era miedo a perderte, y por consecuencia perderme a mismo en ese proceso… “¡Ahí viene! No por favor, otra vez no… ¿Es que ya no tendré paz?” Era lo que sentía al escuchar los pasos de la ansiedad acercándose a mi en la mitad de la noche, pero el terror era mayor cuando lo me asechaba en medio de la multitud y me sentía obligado a sonreír, donde decir como me sentía sería bajar la guardia y desprotegerme sin saber enfrente de quien me estaba desnudando, sin saber a quien le entregaría todo lo que había en mi interior…

“¿Sigues con eso? ¿Por qué no la puedes superar? Sabes, eso que haces se llama chantaje emocional. Vienes a mi diciéndome ‘me siento mal’ pero te pregunto que pasa, y no me dices. Sabes, me estoy cansando de ti…” Me dijeron aquel verano del 2022…

Mundo colapsando era el que se postraba a mi alrededor. Caos por todas partes, sin paz a mi alrededor, con problemas en casa, pero ¿A dónde va un hombre cuando ya no le queda más a donde ir? Era cerrar los ojos y escuchar esa voz, diciéndome “Ya ves, te dije que no eras lo suficientemente bueno. Pero no me escuchas. En cambio, si no le hubieras entregado tu corazón a aquella persona, nada esto estaría pasando. Pero no, no me hiciste caso. Mírate ahora, no eres más que una carga ya.”… Lo que más me aterraba no eran aquellas palabras ni la intensidad que habitaba en ellas, sino, quien me las decía, y el saber que era yo mismo, era lo que más me aterrorizaba…

¿Ahora entiendes porqué ese miedo? Hubieron cosas que nunca te dije; quizás por el mismo miedo, por vergüenza o por inseguridades, pero quizás ahora me arrepiento más por lo que no te expresé que por lo que alguna vez te expresé…

Tú me hiciste mucho bien, creíste en mí cuando con emoción te dije “Escribiré una novela, y la protagonista llevará tu nombre”. Y míranos ahora, separados sin cruzar palabra alguna, distanciados casi como si fuéramos dos desconocidos que sostienen un álbum en común… Míranos, ajenos el uno al otro, ajenos a lo que nos ha sucedido, a las buenas noticias y las malas noticias…

¿Se puede amar a la distancia? Tú me enseñaste que sí, y quizás sin quererlo. Pero como no hacerlo si tú eras mi persona favorita. Y fue gracias ti que entendí que, el amor incondicional no requiere de la presencia corporal de la persona para saber que se le ama… Podríamos estar en la plaza más grande del mundo repleta de gente, pero mi corazón sería capaz de navegar entre esa muchedumbre y llegar a ti, así como esa serie que me compartiste, donde los protagonistas se guiaron el uno al otro con una simple vela, pero tu vela sería tu más pura y sublime esencia…

No sé si alguna vez Dios nos permita otra vez cruzar caminos, no sé si alguna vez vuelva a ver tu nombre dentro mis mensajes, o si es que, en algún momento, la melodía de tu voz vuelva a acariciar mi alma, o si la hermosura de tu sonrisa iluminará mis días… No sé, sólo sé que, te amé sin dudarlo ni un solo momento, y que me hubiera encanto abrazarte y verte a los ojos y decirte “Te amo”…

One response to “Mientras tú me sigas recordando, yo seguiré viviendo…”

  1. Eduardo Avatar
    Eduardo

    Me encantó

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *