24 De Diciembre: La Noche De la Esperanza. Capítulo 1

Tengo miedo, honestamente tengo miedo, quizás mucho miedo… ¿Que será de aquellos que me rodean si yo no hubiese estado? ¿Quizás mi voz es tan diminuta que la he llegado sobreestimar? ¿Quizás mis ideas son dignas de un loco? Tengo miedo de abrir mi armario y encontrarme con lo se postra ahí adentro, pero sé que debo hacerlo, pero no sé cómo… ¡Qué va, que pereza! ….

Era una noche de diciembre, el frío se apoderaba de la ciudad. Por aquí y por allá apenas y se veían destellos de lo que alguna vez causó alegrías, momentos de risa, pero, sobre todo, donde el amor se hacía presente en su máximo esplendor… Hoy todo lucía como si una ráfaga imprevista se hubiera llevado todo a su paso… La alegría de los niños por la llegada de Santa Claus, de los adultos por la cena navideña que aguardaba ese 24 de diciembre, la jovialidad de la familia entera por aquella fogata que serviría, no sólo como un fuego que calienta las manos, ni como un punto de reunión entre tíos, tías, abuelos y abuelas, hermanas y hermanos, sino algo más poderoso que ello, como una luz en símbolo de un atisbo de esperanza en medio de la noche fría que aguarda por la llegada del redentor a curar todos los males del mundo, a enseñarnos una vez más la máxima enseñanza que nos vino a traer hace prácticamente dos milenios atrás…

Poco se hablaba ya de la navidad, del amor y respeto, de la amistad y empatía, de la bondad y de la humildad… Hoy poco se hablaba de ellos, y mucho menos se manifestaban… Los males que aquejaban al mundo eran superiores… Habíamos vuelto una vez más a la individualidad, al egocentrismo donde la idea de “Primero yo, luego yo y después yo” imperaba sobre el alma de todos los habitantes de aquel lugar, donde la bestia misma parecía haberse posado sobre cada rincón del mundo, en cada esquina de cada calle con su gárgola que carga una oz sobre su espalda asechando, con sigilo predatorio a su siguiente victima que tuviera la osadía de desafiar su mandamiento… Llenando de calamidades, de incertidumbre, pero sobre todos los males que pudieran existir, los predilectos por excelencia siempre serían el miedo y el odio…

Ya las noticias donde el hombre era hombre se hacían menos presentes, ya era más fácil encontrar una estrella fugaz que una noticia de un hombre recordando que es hombre… Bombardeos constante en cada rincón del mundo era lo único de lo que se hablaba… En muchas de las iglesias a puerta cerrada se hablaba del Salvador, del Redentor que una vez más descendería de los cielos para hacerse presente entre los hombres una vez más… Pero quizás no en la forma que muchos esperaban, quizás no el día que se pensaba…

La cuenta regresiva al 25 de diciembre había empezado… No obstante, todo estaba desolado. Era raro encontrar algún indicio de que alguna vez la navidad existió para aquel pueblo mágico y colorido por sus tradiciones, por folklore, por su gente y por su propia e irrepetible esencia… Pocos a salían a canta villancicos, pues sabían de antemano que les llamarían “locos”, “estúpidos” o “tontos” por seguir creyendo que el amor es lo que salvaría al mundo… Lo pocos no entendían era que quizás, y tan sólo quizás, nuca hubiésemos tratado de racionalizar el amor, quizás y me atrevo a decir que tan sólo tal vez, hoy la bestia no se hubiera posado entre nosotros… El reloj continuaba su paso sin detenerse, el sol recorría su camino para intercambiar lugares con su fiel compañerita, la luna… El tic-tac era cada vez más fuerte, y con cada segundo su presencia se volvía embriagante en el corazón del mundo, en el alma de sus habitantes… “pfff, ruido que no llegará a nada, y si hoy ha de nacer una pequeña chispa de luz y de calor, quedará silenciada y sepultada en un abrir y cerrar de ojos” dijo la bestia desde lo más alto del Ángel de la Independencia… “Pero mi señor, ¿qué tal si está vez si perdemos la batalla? ¿Sabe que significaría eso?” dijo la gárgola con voz agitada y temerosa, presintiendo que su tiempo ha empezado a expirar, como si de repente todo el mundo se fuese al olvidar de ella… “Cállate, que yo sé muy que ellos son tontos, predecibles y fáciles de manipular… Tan solo échalos al ruedo y di que habrá una cuantiosa fortuna para el que salga vencedor, y no tardarán de olvidarse que son hermanos, y que incluso aquellos que juran que no caerán, serán quienes terminen como vencedores… Recuerda que cae más rápido un hablador que un cojo, mi querida gárgola…” contestó la bestia mientras veía con desdén a la gárgola… “No me digas que tú, la reina del miedo siente miedo” continuó la bestia ahora con tono burlesco… “¡Claro que no! ¿Yo sentir miedo? Por favor, yo lo inventé. Yo soy quien se impregna en el corazón de las personas.” contestó apresuradamente la gárgola mientras veía a la bestia directamente a los ojos…. “Es solamente… algo me dice que, quizás hoy sea un día diferente.” Continuó la gárgola…. “Diferente ¿cómo? replicó la bestia. “Tal vez, hoy no sea fácil para mí entrar en sus hogares, mucho menos en el de aquel chico que…” Decía la gárgola cuando de repente fue interrumpida “Ohhh, si…. recuerdo a aquel chico…” interrumpió la bestia. “Déjame eso a mí, yo me encargaré de él, y si no siente miedo, sentirá odio en su corazón” … Continuó la bestia….


Faltaban exactamente 12 horas para la navidad… Nuestro protagonista se encontraba en su habitación componiendo villancicos que dedicaría en aquella velada navideña para alegrar el espíritu de los presentes, dibujar sonrisas en sus rostros y encender una vez más los carbones de sus corazones… Recordaba con singular alegría cada risa, cada abrazo, cada sonrisa, pero, sobre todo, y por más extraño que pueda parecer, cada amanecer y cada anochecer… “¿Que escribiré? no se me ocurren ideas… Pero es que ya les había prometido que tocaría un poco hoy en la noche, pero por más que intento e intento, cada vez que concibo una idea, está se me escapa” dijo el chico mientras se golpeaba ligeramente la cabeza con el lápiz que sostenía en su mano izquierda… “… No, de eso ya escribí y como que no les gustó del todo…” continuó el chico. “Que tal si… No de eso tampoco, ni hablar, me verán como un bicho raro, ay no se me ocurre nada de que componer…” Decía el chico ahora mientras observaba cuidadosamente la libreta donde escribía… “Si tan sólo no fuera así ella estaría aquí… Su presencia me reconfortaba, su sonrisa me daba paz en medio de tanta incertidumbre y de tantas calamidades que se ven por doquier” continuó mientras observaba una fotografía de quien alguna vez fue su musa y la luz que le guío a puerto seguro en aquel diluvio que barrió con su mundo… “A veces me siento solo, a veces siento miedo, pero trato de no demostrarlo tanto… Siento como si todo lo que mi alma necesitase fuese tan sólo un abrazo, o algo que me haga sentir que valgo la pena” … Dijo el chico mientras agachaba la mirada y una lagrima emanada de sus ojos surcaba por su rostro hasta caer al suelo… “¿Escuchó eso?” Le preguntó la gárgola a la bestia. “Claro que sí… claro que sí, lo escuché muy bien…” Contestó la bestia mientras una sonrisa se dibujaba en su diabólico rostro y se frotaba las manos entre sí… “Te dije que nada nos podría detener, te dije que él pronto sucumbiría ante nosotros y se pondría delante de nosotros de rodillas suplicándonos que lo dejemos libre, pero siempre vivirá atado a ti…” Continuó la bestia “Vámonos, observémoslo de cerca, que no me quiero perder por nada en el mundo como él se rinde ante nosotros” Finalizó la bestia mientras se disponía a ir hacía el hogar de aquel chico… “Desde aquí se ve muy bien… Creo que ha estado llorando bastante, creo que siento como si cada vez su alma me perteneciera un poco más” Dijo la gárgola mientras contemplaba con ira desde enfrente de su hogar… “Eso, sigue así, lo haces muy bien, te habías resistido a la tentación, pero ya estás a punto de caer, de ceder y olvidarte de esa farsa a la que algunos le llaman esperanza…” Dijo la bestia mientras lo veía detenidamente y con embriagante desdén… “Mierda, agáchate, que se puede dar cuenta de que estamos asechándolo” le dijo la bestia a la gárgola mientras le hacía señas de que se escondiera… “Okay… hora de tranquilizarme, y de pensar que haré, no puedo vivir de esta manera, atado a sus recuerdos, ni culpándome por todo lo que pasó y mucho menos, por aquello que no pasó” Dijo el chico con voz sollozante, mientras se limpiaba las lágrimas que habían inundado su rostro, colocó la foto en su lugar, y tomó su libreta, leyó lo que había escrito, y dijo “Creo que no son malas mis letras… No sé, tal vez necesito un poco de aire fresco que me dé en la cara…” Se levantó de su cama, cogió su chamarra y bajo de su habitación, y finalmente le dijo a su madre “Ahorita regreso, necesito un poco aire fresco…” “¿Estás bien?” le preguntó su madre un poco preocupada “Estuviste llorando?” continuó. “Estoy bien, sólo necesito despejarme un poco. Te prometo que estoy bien” contestó el chico mientras yacía en la puerta principal. Giró la perilla y s marchó sin rumbo fijo…

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